Entreacto

La canción precipita la disolución de unos cuantos elementos en su cabeza. Una discoteca bastante corriente, un local de moda: luces tremendistas, technopop europeo muy alto, faldas desafiantes, mucha colonia (venden colonia en los baños para los infortunados, para los desmemoriados y dios sabe qué otras piezas de museo), garrafón, personas vestidas para salir, como se suele decir. Una chica baila como si estuviera en un videoclip, hace tan visible como puede ese gozo supremo que experimenta. Mira a todos lados con un gesto que tiene bastante de éxtasis sexual, una sonrisa sinuosa que no deja de tener algo aburrido, aunque eso que tiene de aburrido queda entre bambalinas, digamos.

Diatriba a la timidez

Siempre he temido lo inesperado, no sé por qué. Puede ser bueno o malo, pero no suelo arriesgarme a averiguarlo.

El miedo a lo desconocido es algo común, una constante en la historia de los seres humanos. Pero lo desconocido llega inevitablemente y hay, al menos, tres grados: lo previsto, lo inesperado y lo imposible. Todos nos esmeramos en que el futuro se vaya ajustando a los esquemas de lo previsto; podemos organizar nuestra vida milimétricamente, planificar, proyectar, hacer listas o incluso negarnos a actuar, embarcarnos en la tan atractiva apatía...

“¿Quién limpiará esta sangre de nosotros?”

El santo del día de la matanza de las rosas
No hay cosa que odiemos más las rosas que el día de San Valentín. En esas fechas somos torturadas y mutiladas para que alguna persona ñoña nos regale a otra persona igual de ñoña como si fuéramos un trofeo. Admito que el que se nos considere las flores más románticas por la mayoría del populacho es halagador. Nos sabemos admiradas y eso, a las flores, nos encanta. Pero una cosa es ser admiradas y otra muy distinta es ser esclavizadas sólo para que la o el pichurri de turno ponga una sonrisa tontísima y tenga una (no menos tonta) excusa para poder follar, fornicar, trincar o lo que a usted, querido lector, le dé por llamar al acto de reproducción de la especie humana sin reproducción ninguna.

Todavía, siempre...

La bola de cristal de J. W. Waterhouse
En el lugar privilegiado que puede tener una pequeña flor como yo, se pueden hacer observaciones muy obvias pero muy ciertas. Hay distintos tipos de personas. Como en el jardín en el que vivo, hay muchas formas y colores en el mundo. Nosotras las flores, las hierbas y demás plantas no tenemos algo que a los humanos les parece crucial: el futuro. Nos contentamos dejar los rayos del sol nos acaricien suavemente y nos importa bien poco eso que a los humanos les hace tomar tan distintas actitudes. De ahí viene lo que decía al principio: los humanos toman muy diferentes posiciones al respecto de esa palabra tan grande y resonante.

Sine nobilitate

He aquí un snob clásico, ¿no es entrañable?
De todo hay, y de todo tiene que haber en la viña del Señor. Personas con distintas manías, rarezas y peculiaridades tienen derecho a coexistir. Los personajes a los que dedico esta entrada también –a pesar de que nuestra temida Reina de Corazones seguramente mandara cortarles la cabeza en otra etapa de su vida–, pues en el País de las Maravillas hay lugar incluso para los insectos más pequeños.

Son conocidos como snobs y los "intelectuales", nuestros protagonistas, proliferan a pasos agigantados de un tiempo a esta parte.

Siéntense

Bien, veamos.
Vean.
Permitan que me siente.

Por supuesto, es un mero formalismo, pues ya estoy sentada. Lo que quería decir es que ya pueden sentarse ustedes. Tampoco se esparramen en sus butacas, un poco de decoro, que esto no es una noche de desvaríos con sus coleguitas, o como los llamen en la jerga del estrato social al que pertenezcan. Y no es que yo, por ser reina, pertenezca a uno.

Furia Ciega

Atención. En este post se habla positivamente de una película
reciente de Nicolas Cage. (Adiós, lectores del blog, adiós...)
Todos damos por perdida la carrera cinematográfica de Nicolas Cage, el hombre asediado por las deudas que se vio obligado a participar en todo guión que le plantaran sobre la mesa y, para qué negarlo, salvo contadas ocasiones, todas un espanto. Es ver una película suya en cartelera y salir despavoridos para evitar sufrimiento fílmico innecesario. Ésta parecía una más del montón: un cartel de nuestro Nicolas junto a una rubia de toma pan y moja, unos trailers televisivos que prometían venganza a palo seco, mientras nuestro hombre se dedicaba a matar a diestro y siniestro. Lo dicho, una más del montón. Pero...

La delicadeza

Muchos en este jardín definirían “lo delicado” como algo débil y vulnerable. Algo ya de por sí roto sólo por la cualidad de poder romperse con más facilidad que otras tantas cosas. La delicadeza es una palabra quebradiza y difusa que, seamos sinceros, no está muy de moda en estos últimos años. Es un término perteneciente al pasado. A la Inglaterra de Jane Austen o a los boleros más románticos de los años 60. Y, en todo caso, si es aplicable a estos tiempos, será una palabra más apropiada para la elite o para una clase social alta. No para el ciudadano medio, que mal se puede permitir algo tan aparentemente poco útil y superfluo. La delicadeza no tiene ya grandes partidarios, más bien produce cierto rechazo y recelo.

La cobardía de Nietzsche

Hace unos días estuve hablando con un amigo mío tortuga y me dijo que en su próxima vida quiere ser mamífero, concretamente humano, porque cree que como tortuga se está perdiendo muchas cosas. ¡Al menos él es una tortuga auténtica! Pero bueno, entiendo que quiera conocer lo que como tal le resulta inaccesible. Esto de las reencarnaciones es un filón. A ver si me entienden, da gusto creerse estas cosas, las conversaciones sobre futuras nadas eternas dan muchísimo menos juego...

El derecho a la pereza

Nadie es perezoso por casualidad. En el nombre de todas las ideologías y doctrinas, desde todos los frentes, se nos disuade insistentemente de la pereza. Pero uno, que de niño ya era muy suspicaz, piensa que esa preocupación por la despreocupación ajena no nace de otra cosa que de un interesado proselitismo o, peor aún, de la fuerza devastadora y brutal de esa tradición que se ha instalado en nuestras cabezas. Nos lo han ofrecido todo para que trabajemos: el dinero, el sexo, la fama, la gloria y el paraíso. Nos han llamado al consumo con sus ofertas, con sus premios a la competición, al voto con sus discursos, con sus arengas a la batalla... la lista no tendría fin. Pero, ¿qué tiene de molesto un holgazán? ¿A quién hace mal? ¿A quién hace bien? Nunca hemos tenido respuesta para estos interrogantes, y sí, en cambio, argumentos para defender al perezoso, que, dando muestra de su clase y su talento, nunca se defendería.

El Hombre de Acero


Warner/DC tiene que estar hasta los mismísimos de que Disney/Marvel le esté comiendo todo el terreno cinematográfico de los superhéroes con varias exitosas producciones al año de diversa calidad fílmica, pero exitosas en cuanto a beneficios para la compañía. Warner sacó tajada a la nueva trilogía de Batman, pero el intento de hacer una franquicia de Green Lanter le salió rana, y la última versión de Superman (allá por el lejano 2006, obra y gracia de Bryan Singer), si bien no fue un fracaso absoluto, no recaudó tantos millones de dólares como les gustaría, así que se abortó su secuela.

Mundo bizarro

A mí se me queda la misma cara a veces
No acostumbro a leer periódicos ni ver informativos. Las noticias cotidianas, por lo general, me hacen desconfiar de la especie humana y sólo consiguen que sea hipertensa, por eso prefiero cierto aire de ignorancia... Sí que me gustan las rarezas. Tampoco es que las busque, vienen a mí sin más, como si tuviera un imán. Quizá sólo se deba a que presto más atención a lo excepcional que a lo decepcionante. Hay ciertos acontecimientos que vale la pena tanto conocer como compartir y tengo la costumbre de comentar con mi entorno los que me hacen gracia.

Hay que reírse, señores, alarga la vida, y este mes de junio está siendo especialmente rico en sucesos hilarantes. Para muestra un botón, bueno tres, de menor a mayor grado de... no sé si llamarlo inverosimilitud, delirio, surrealismo o mera estupidez. Dejémoslo en guasa para ofender al menor número de lectores.

Da Vinci's Demons


La cadena Starz (culpable de Spartacus) y David S. Goyer (culpable de la trilogía del Batman de Nolan, o si se prefiere de Ghost Rider y Blade Trinity... entre otras joyas fílmicas) nos trae la propuesta de una serie basada en el genio renacentista Leonardo Da Vinci (Leo), contándonos sus hazañas de juventud.

Nos trasladamos a la Florencia del s. XV. Toda Italia está dominada por el Vaticano, comandado por el Papa Sixto IV y sus sicarios del mal... ¿Toda? ¡¡NO!! Florencia resiste ahora y siempre al yugo del opresor bajo el mando de Lorenzo de Médici y la inestimable ayuda del joven Leo Da Vinci.

Eterno trayecto

Máscaras. En todas partes. Corazas. Las ves sonrientes. A veces muestran sus colmillos, no cesan de hablar y, cuando lo hacen, el silencio es incómodo y delator, con miradas pletóricas o bien distraídas, para volverse tímidas y huidizas en los vagones del metro. Cruce de miradas. Quieren pedir ayuda sin saber cómo, pero esos ojos se apartan al instante al verse reflejados en ellos. Cuánta gente familiar y desconocida. Cuánta gente que transmite sin pretenderlo. Van y vienen, con otra ropa, otro rostro. Y desaparecen sin más, sin tiempo de haber estado siquiera.

Elogio de lo cotidiano

Por lo visto Oscar Wilde, después de su estancia en prisión, fue incapaz de volver a escribir una línea. Curioso retrato éste de un escritor que se queda sin palabras, casi tanto como aquel que envejecía en lugar de su modelo.

Pareciera que del mismo modo que Dorian Gray fue incapaz de asumir la horrible imagen de su retrato en lo que tenía de verdad, Wilde vio de repente la crudeza de lo real atravesando el mundo de belleza que él se había esforzado en crear. Así, su obsesión por producir algo bello tornó en mutismo ante la atroz realidad que le tocó presenciar.