Flaco favor

Esto no tiene nada que ver con el tabaco
Que si uno quiere contratar modelos tísicas tiene que acudir a una clínica para el tratamiento de trastornos alimenticios es algo que cae por su propio peso, y esto es lo que ha hecho la agencia de modelos cuyo nombre todos los medios se han cuidado muy mucho de revelar (a cambio de cuánto, no se sabe). Desde luego que ellos no las prefieren gordas.

El problema con este tipo de noticias es que se prestan demasiado a la opinión fácil: desde el desprecio hacia la muchacha que no come mientras medio mundo muere de hambre hasta lo asquerosos que son el mundo de la moda y –sobre todo– sus empresarios.

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Así todo, por repartir responsabilidades, no debemos olvidar que las candidatas agraciadas no dejarán de cobrar un montante por lucir sus famélicas formas de pasarela en pasarela. En el pecado está la penitencia: todo lo que ganen lo van a pagar en carne, y sobre eso no hay discusión. En lo tocante a algunos empresarios, también llamados peces gordos, cabe decir lo de siempre: están dispuestos a hacer lo que sea para engrosar sebosamente su cuenta bancaria. Pero además, en esta ocasión, según explicó a los medios Anna Maria af Sandeberg, directora de la clínica, los cazatalentos esperaban fuera del edificio e incluso contactaron con una chica a quien la anorexia había llegado a llevar a una silla de ruedas. Así, sin escrúpulos.

Pero bueno, no voy a ser yo, después de dos párrafos de juegos de palabras estúpidos, quien le diga que no frivolice con el asunto, que se presta demasiado como para no hacerlo un poco. En cambio, no quiero cerrar estas líneas sin recalcar algo: ser anoréxico no consiste en ser un imbécil que quiere ir a la moda, sino en sufrir un padecimiento perceptivo que angustia y supone una patada en los cojones a la autoestima, por decirlo pronto y mal. Parece fácil, en esa circunstancia, dejarse llevar por alguien que da importancia a tu belleza y te pone dinero en la mano, volver a obsesionarse con el tipo después de estar sometido a tratamiento, volver a caer en lo que sin duda es un juego tan peligroso como la peor de las drogas.

En fin, amiguetes, como dijo Fraga cuando un alcalde del PP abusó de una menor, vamos a dejarnos de menudencias. Con que nos caguemos juntos en la puta madre de Fraga y los de la agencia en cuestión basta.

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