Da Vinci's Demons


La cadena Starz (culpable de Spartacus) y David S. Goyer (culpable de la trilogía del Batman de Nolan, o si se prefiere de Ghost Rider y Blade Trinity... entre otras joyas fílmicas) nos trae la propuesta de una serie basada en el genio renacentista Leonardo Da Vinci (Leo), contándonos sus hazañas de juventud.

Nos trasladamos a la Florencia del s. XV. Toda Italia está dominada por el Vaticano, comandado por el Papa Sixto IV y sus sicarios del mal... ¿Toda? ¡¡NO!! Florencia resiste ahora y siempre al yugo del opresor bajo el mando de Lorenzo de Médici y la inestimable ayuda del joven Leo Da Vinci.

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Prescindimos de todo rigor histórico para convertir el producto en una serie de aventuras. Leo, nuestro genio y genial protagonista, se ve envuelto en sectas milenarias, conspiraciones de corte y todo cuanto sea necesario para captar audiencia. Siempre junto a sus incansables compañeros, Leo vive un sinfín de aventuras que nos demuestran que no era sólo un triste pintor, a ratos inventor, sino también un magnífico (a la par que ambidiestro) espadachín y un investigador al más puro estilo CSI Florencia. Un cóctel al que Dan Brown podría sacar partido en su próximo best seller.
Leo & Friends
Por el camino desfilan los Pazzi, quienes, junto con el Vaticano, quieren cargarse a Lorenzo de Médici y a su familia para hacerse con el control de Florencia. Apariciones estelares de los (frígidos) Reyes Católicos, Torquemada... y mi favorito, Drácula (con dos cojones).

Pero a pesar de todos los problemas en los que se pueda ver envuelto, Leo tiene tiempo para el amor y no tarda en ponerle los ojos encima a Lucrezia Donati, conocida amante de Lorenzo de Médici. Nuestro Leo volcará todo su ingenio en que Loren se fije en él para ofrecerle sus servicios como ingeniero militar y, de paso, como retratista de Lucre, su amante particular, pudiendo así arrimar cebolleta por la entrepierna de la muchacha (lo que logra, todo sea dicho, ya desde el primer capítulo). Así tenemos el triángulo amoroso/sexual entre Leo, Lucre y Loren.
Leo y Lucre, retozando sin que Loren lo sepa
Todo transcurre a trompicones entre las maquinaciones vaticanas, el invento absurdo de turno por capítulo y la trama de un libro de estos milenarios y supersecreto que está muy escondido y que buscan tanto el Vaticano como una secta a la que Leo se une sin saber muy bien por qué.

El mayor problema radica en que la serie se quiere tomar en serio. Si fueran conscientes de lo que proponen, lo dejarían como un apañado invento pulp, con más toques de humor y menos pretensiones, y terminaría por ser un guilty pleasure más que digno. Pero no llega a eso.

Los actores no cumplen ni en sus ratos libres y el vestuario de muchos de ellos parece sacado de estrellas del rock de hoy en día. Lo único: la recreación de escenarios, que es medio salvable, y ya.
Drácula, chupándole plano a nuestro Leo
Una primera temporada nos deja en la retina posesiones demoníacas en monasterios de monjitas beatas, las clásicas bombas de racimo para acongojar a los ejércitos enemigos, incursiones con trajes de buzo en los archivos secretos del Vaticano ("secretos" metafóricamente hablando), además de un juicio a Leo por sodomía (que al final se queda en un perdonable episodio pasajero de bicuriosidad), la guardia florentina de sagrado tricornio y, cómo no, Drácula, con su castillo transilvano lleno de huesos y calaveras.

Por si fuera poca la vergüenza ajena, añadimos nada menos que la lanza de Longino, Excalibur y la kriptonita. Sí, sí: kriptonita. El señor Goyer es el productor/guionista de la nueva película de Superman y le mete con esto al espectador una pequeña dosis de (auto)promoción. Además dejan vislumbrar un escalofriante Leo goes America para la segunda temporada.
Leo descubre la kriptonita; seguro que si gira por algún
pasillo se encuentra una batseñal de la época
En definitiva, nada justifica la pérdida de tiempo con esta serie. Le prometo mi ausencia en esa segunda temporada.

PD. Para los curiosos, cabe informar que la primera temporada tiene ocho eternos capítulos... nada más.

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