Furia Ciega

Atención. En este post se habla positivamente de una película
reciente de Nicolas Cage. (Adiós, lectores del blog, adiós...)
Todos damos por perdida la carrera cinematográfica de Nicolas Cage, el hombre asediado por las deudas que se vio obligado a participar en todo guión que le plantaran sobre la mesa y, para qué negarlo, salvo contadas ocasiones, todas un espanto. Es ver una película suya en cartelera y salir despavoridos para evitar sufrimiento fílmico innecesario. Ésta parecía una más del montón: un cartel de nuestro Nicolas junto a una rubia de toma pan y moja, unos trailers televisivos que prometían venganza a palo seco, mientras nuestro hombre se dedicaba a matar a diestro y siniestro. Lo dicho, una más del montón. Pero...

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Pero en estos trailers que te ponen antes del estreno de turno, me tocó el largo y sin cortes de Furia Ciega y, sin poder pestañear ni salir de mi asombro ante la sucesión de imágenes que estaba viendo, decidí que quería, bueno, más bien que necesitaba, ver la película de Mr. Cage.
William Fitchner, el agente demoniaco, pasándoselo en grande
¿Por qué? Pues porque Furia Ciega es una macarrada perpetrada por un tal Patrick Lussier (ni sé quién es, ni me importa), muy consciente de lo que está rodando, de manera que nos suelta una cinta de violencia gratuita, contando una historia de venganza que involucra una secta satánica, un funcionario del infierno (un estupendo William Fitchner), una rubia de armas tomar (Amber Heard alejándose del papel de mujer florero) y Nicolas Cage, con peluca para la ocasión y cara de sieso perpetuo, cargándose a todo lo que le salga por el camino.

De esta guisa, Nicolas pilla rubia y coche para perseguir furiosamente al líder de una secta satánica que tiene a su nieto, el cual va a ser usado para un sacrificio (estas cosas que tienen los satánicos con los tiernos lactantes). Aunque parece, por sus rictus perpetuo, que Nicolas no tiene ningún tipo de problemas, de hecho los tiene: le sigue la pista un funcionario infernal (tal cual) que pretende devolverlo al averno de donde se escapó.
Nicolas, tras el agujero de un parabrisas, disimulando peluquín
y entradas inclasificables
Una road movie repleta de frases lapidarias, con personajes de cartón piedra pero de lo más entretenida, con mucho regusto a películas de serie B y de los ochenta con un añadido toque grindhouse. Lo dicho, una macarrada que cumple sin mayores pretensiones.

La secuencia con Nicolas montado por una pechugona en un extasiante polvazo, mientras reparte estopa a una legión de satanistas sin soltar a la moza ni la botella de whisky, es absolutamente memorable.

Nicolas, no te salgas de la serie B (aunque sea en 3D).

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