Sine nobilitate

He aquí un snob clásico, ¿no es entrañable?
De todo hay, y de todo tiene que haber en la viña del Señor. Personas con distintas manías, rarezas y peculiaridades tienen derecho a coexistir. Los personajes a los que dedico esta entrada también –a pesar de que nuestra temida Reina de Corazones seguramente mandara cortarles la cabeza en otra etapa de su vida–, pues en el País de las Maravillas hay lugar incluso para los insectos más pequeños.

Son conocidos como snobs y los "intelectuales", nuestros protagonistas, proliferan a pasos agigantados de un tiempo a esta parte.

*     *     *     *     *

De hecho, podemos hablar de una invasión de snobs, o incluso de un virus –¿por qué no?–, pues se contagian unos a otros y, aunque nada se sabe acerca de las causas que conducen a tal fatalidad, sí son palpables ciertos síntomas comunes entre quienes lo padecen. Los que lo sufrimos, somos los demás. Esta plaga abominable mira al resto por encima del hombro, como si el resto tuviéramos la peste.

Les encanta distinguirse del resto de la sociedad y alardear, pero, ¡ojalá fuera de sus logros y virtudes! –nunca está de más ser reconocido–. Algunos de ellos fingen vivir como reyes, creen tener sangre azul. Pero, ¡oh de los que creen saberlo todo! ¡Uy! Ésos son los peores, os bombardearán los oídos con sus artes oratorias y, sobre todo, escénicas. Les tengo dicho a mis criados mulatos que jamás osen dejar entrar a semejantes energúmenos en Palacio.

Sé lo que están pensando: ¿cómo una reina puede criticar el escaparatismo, con semejantes galas? Lo cierto es que, ésta que os habla, es más de a puerta cerrada.

Pero, ¡no crean que lo saben todo!, déjenme decirles. No resulta tan fácil identificar a los snobs, ya que, a pesar de que anteriormente acostumbraban a vestir de etiqueta y a adquirir actitudes en cierto modo refinadas, en la actualidad pueden presentar un aspecto más informal; hoy en día, los podemos encontrar incluso con rastas –sí, sí, ésos que no se peinan–.

No, no se dejen engañar. Sólo escuchándoles podremos comprobar la evidencia y tendremos entonces, por nuestro bien, que ir provistos de mascarillas.


Si bien tienen una forma de ser cuanto menos criticable, lo cierto es que los snobs provocan muy variadas sensaciones que a menudo rozan el umbral entre la ternura y el rechazo más agudo. Su cara más entrañable parte de la creencia, en el fuero interno de estos seres, de que su misión es salvar al mundo de la ignorancia.

Sin embargo, esa obsesión por aparentar constantemente erudición es lo que genera cierta alergia en mayor o menor grado. Ni la cultura ni el intelecto van necesariamente de la mano de la pedantería, y la apariencia resulta decepcionante cuando más allá de ella no encontramos un rasgo distintivo por parte de quien la practica y la promueve. Porque si de algo carece un snob, es de criterio propio, de originalidad.

Si piden opinión a un miembro de este gremio, recurrirá a parafrasear lo que algún supuesto sabio idealizado dijo en algún momento pasado –eso, los más honestos, pues habrá quienes se adueñen de las teorías ya existentes, simulando en vano–. Ustedes, en la jerga que usen, se dirán algo así: "que no, que no cuela, que eso ya se había dicho antes". Estos snobs utilizarán, en su afán de mostrar superioridad, un castellano rebuscado en ocasiones fuera de lugar. Una muletilla que hábilmente usará un snob avispado, será la siguiente: "Como diría Fulano...", porque ellos, ellos viajan al pasado y hablan con los sabios. Saben tanto acerca de ellos que se permiten poner ideas y palabras en su boca. Pero, ¿que no lo creen? Ellos lo saben todo.


Jamás intenten desenmascarar a un snob. Usarán frecuentemente como arma defensiva el tono condescendiente: esa palmadita en la espalda de la víctima, suficiente para considerar que está siendo asaltada por uno de ellos. ¡Cuán neardentales!

No hay lugar para un patrón dentro del esnobismo. No hay manera de conocer en profundidad su mentalidad. Como diría William Makepeace Thackeray: “La palabra snob ha ocupado lugar en nuestro honesto vocabulario inglés. Tal vez no podamos definirla. No podemos decir lo que es, mejor de lo que podemos definir el ingenio, el humor o el disparate; pero SABEMOS lo que es.” Fumen en pipa, narguile o porros, están ahí fuera y se encuentran entre nosotros, acechando a nuestros oídos y a nuestra paciencia.

Si dan con un snob, sepan que no sólo adoran, sino que necesitan enormemente ser escuchados. Concédanles, pues, esos minutos de gloria.


De interés nacional:

No hay comentarios:

Publicar un comentario